Fiscales eran lo de antes
VYCHINSKI: ...¿Los únicos motivos que le movieron a actuar fueron
la bajeza y la sed de poder personal?
KAMENEV: Sí, la sed de poder de nuestro grupo.
Este breve parrafo que he extraído pertenece a las transcripciones de los procesos de Moscú, los que se iniciaron en 1936 y tuvo como principales actores a todos los viejos bolcheviques que fueron prolijamente enjuiciados y posteriormente fusilados o en el mas benigno de los casos deportados al lejano Gulag. Comenta Pierre Broue en su libro "Los procesos de Moscú":
En los tres procesos, la acusación contra los dirigentes del partido de Lenin y sus “comparsas” es sostenida por Andrei Vychinski. Este hombre pertenece a la generación de los acusados. Cuando la mayoría de ellos eran ya revolucionarios profesionales, él era abogado. De 1902 a 1907 fue miembro del partido obrero socialdemócrata, en su fracción menchevique. Durante este último año parece que renunció a la política para dedicarse a su profesión. En los meses que precedieron a la revolución, era miembro, en Moscú, del segundo plan del partido menchevique, adversario de los bolcheviques. Sus biografías oficiales son extremadamente discretas respecto a su actividad y a su papel durante la guerra civil; según la hipótesis más favorable, se puede admitir que mantuvo una prudente neutralidad. Fue admitido en el partido comunista, como otros muchos antiguos mencheviques, a fines de la guerra civil, y pareció limitarse a funciones puramente técnicas de especialista en derecho. Fue sucesivamente lector y profesor de la Universidad de Moscú, y en 1928, después de la derrota de la oposición, rector. En los años en que se impone la autoridad de Stalin, asciende con gran rapidez: director de enseñanza superior, fiscal de la R.S.F.S.R. en 1931, fiscal adjunto de la U.R.S.S. en 1933 y fiscal general en 1935, sucesivamente. Lleva a cabo la interpelación contra los viejos bolcheviques en los procesos a puerta cerrada, y su primera requisitoria, contra los acusados de agosto de 1936, da el tono de lo que serán las demás e indica la pauta a seguir en los comentarios de la prensa oficial. Denuncia a los viles aventureros que han intentado pisotear con sus sucios pies las flores más perfumadas de nuestro jardín socialista, embusteros e histriones, miserables pigmeos que semejan perrillos insignificantes arremetiendo contra un elefante. Acaba su requisitoria contra los más próximos lugartenientes de Lenin afirmando:
"Un final triste e infame espera a estos hombres que pertenecieron a nuestras filas, pero que nunca se distinguieron ni por su firmeza ni por su abnegación por la causa del socialismo. Tenemos ante nosotros a criminales peligrosos, inveterados, crueles, despiadados respecto a nuestro pueblo, a nuestros ideales, respecto a los dirigentes de nuestra lucha, a los jefes del país soviético y a los obreros de todo el mundo. No se puede perdonar al enemigo pérfido. Todo el pueblo se levanta, se estremece, se indigna. Yo, en tanto que representante de la acusación del Estado, uno mi voz al fragor de millones de voces, a la indignación de los hombres soviéticos y obreros de todo el mundo; mi voz indignada de acusador del Estado. Exijo que todos estos perros sean fusilados, sin excepción".
¿Y como terminó Vichinsky? Fusilado a su debido tiempo. Nunca mejor dicho, (para sus acusados) que "La revolución devora a sus hijos".
En los tres procesos, la acusación contra los dirigentes del partido de Lenin y sus “comparsas” es sostenida por Andrei Vychinski. Este hombre pertenece a la generación de los acusados. Cuando la mayoría de ellos eran ya revolucionarios profesionales, él era abogado. De 1902 a 1907 fue miembro del partido obrero socialdemócrata, en su fracción menchevique. Durante este último año parece que renunció a la política para dedicarse a su profesión. En los meses que precedieron a la revolución, era miembro, en Moscú, del segundo plan del partido menchevique, adversario de los bolcheviques. Sus biografías oficiales son extremadamente discretas respecto a su actividad y a su papel durante la guerra civil; según la hipótesis más favorable, se puede admitir que mantuvo una prudente neutralidad. Fue admitido en el partido comunista, como otros muchos antiguos mencheviques, a fines de la guerra civil, y pareció limitarse a funciones puramente técnicas de especialista en derecho. Fue sucesivamente lector y profesor de la Universidad de Moscú, y en 1928, después de la derrota de la oposición, rector. En los años en que se impone la autoridad de Stalin, asciende con gran rapidez: director de enseñanza superior, fiscal de la R.S.F.S.R. en 1931, fiscal adjunto de la U.R.S.S. en 1933 y fiscal general en 1935, sucesivamente. Lleva a cabo la interpelación contra los viejos bolcheviques en los procesos a puerta cerrada, y su primera requisitoria, contra los acusados de agosto de 1936, da el tono de lo que serán las demás e indica la pauta a seguir en los comentarios de la prensa oficial. Denuncia a los viles aventureros que han intentado pisotear con sus sucios pies las flores más perfumadas de nuestro jardín socialista, embusteros e histriones, miserables pigmeos que semejan perrillos insignificantes arremetiendo contra un elefante. Acaba su requisitoria contra los más próximos lugartenientes de Lenin afirmando:
"Un final triste e infame espera a estos hombres que pertenecieron a nuestras filas, pero que nunca se distinguieron ni por su firmeza ni por su abnegación por la causa del socialismo. Tenemos ante nosotros a criminales peligrosos, inveterados, crueles, despiadados respecto a nuestro pueblo, a nuestros ideales, respecto a los dirigentes de nuestra lucha, a los jefes del país soviético y a los obreros de todo el mundo. No se puede perdonar al enemigo pérfido. Todo el pueblo se levanta, se estremece, se indigna. Yo, en tanto que representante de la acusación del Estado, uno mi voz al fragor de millones de voces, a la indignación de los hombres soviéticos y obreros de todo el mundo; mi voz indignada de acusador del Estado. Exijo que todos estos perros sean fusilados, sin excepción".
¿Y como terminó Vichinsky? Fusilado a su debido tiempo. Nunca mejor dicho, (para sus acusados) que "La revolución devora a sus hijos".
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