OTTO E MEZZO (Ocho y medio)
“Un registra in crisi creativa si abbandona ai ricordi, fa riaffiorare suggestioni personali, si immerge in visioni che, partendo dalla realtá, scivolano in universi carichi di fantasia. Il presente si nutre del pasato tra desideri afferi, dubbi, sensi di colpa, disorientamenti. De é film che non voleva nascere: con la passarella finale che riunisce tutti glo attori stretti per mano, agli ordini di registra...”
Un director de cine cuya creatividad está en crisis se abandona a los recuerdos, evoca sugestiones personales, se entrega a visiones que, dejando la realidad, llegan a universos fantásticos. Entre deseos, amistades, dudas, remordimientos, confusiones, el presente se alimenta del pasado. Todo depende de la película que tarda en tomar forma: en el final se reúnen todos los actores dándose la mano, listos para (finalmente) obedecer al director.
Ocho y medio es una de las películas mas trascendentales de Federico Fellini. Su protagonista, el querido Marcelo Mastroianni es el director de una película (en la ficción) que no tiene pies ni cabeza, un dolor que ahonda el abismo que hay en nuestros corazones en nuestra doble calidad de espectadores que pretenden hallar sentido al filme como protagonistas del mismo filme en nuestras vidas. La oscuridad umbrosa es un pesado velo que se carga en el alma del poeta, el artista o ser sensible que presiente su carga sin saber como sobrellevarla. Los helados dedos de la gran duda existencial penetran nuestras carnes indefensas como lanzas gélidas, y nos trasmiten la plena consciencia que nos hace sentir esa ausencia sin saber de que se trata. Un regusto amargo que intuimos pero no sabemos como definirlo. La Gran Duda de nuestras almas es no saber cual es nuestra necesidad de existencia, cual es la justificación que hará elevar nuestros espíritus y descubrir que finalmente era cierto que existe un dios, un sentimiento llamado amor y una plenitud que quizás se logre alcanzar mas no sea por un instante que redima para siempre esa fugacidad que llamamos vida.
Arden nuestros corazones en el frío infierno de nuestras dudas. Duele no sentir, y mas aun duele sentir la esencia del dolor. Porque no parir es tan doloroso y cruel como hacerlo; y solo dando vida se alcanza la meta. Como padres nos inquietamos por nuestros hijos nacidos y no natos. Solo hallando la razón de la existencia sabremos que existimos y le daremos sentido. No es falta de capacidad o sensibilidad: es su exceso lo que nos atormenta y nos conduce a caminos que nos extravían mas dentro de los laberintos intangibles. Sumergirse en el dulce mar de la conmiseración propia y ajena, la derrota manifiesta sin lucha, la feroz complacencia son algunos de esos peligros a sortear. Cargando el dolor y sintiendo nuestras almas atravesadas mortalmente, hallaremos finalmente la alegría y el calor,porque solamente después del desierto se aprecian los oasis, se calma la sed y se tiene la perspectiva.
La sensibilidad,la inteligencia y la bondad inevitablemente acarrean este dolor existencial, porque solo quien tiene el conocimiento y la percepción del mundo tal cual es, y no su apariencia, presiente. Vivir es dudar, sentir es adolorirnos. Su fruto es la alegría del descubrimiento y el don de volcarlo a los demás; pero mientras tanto el proceso corroe nuestras almas, como Marcelo lo gráfico en la película de Federico. Un filme que es mi autobiografía, la tuya y la de nuestros hermanos.
Solo cuando el director (de la ficción) toma las riendas de los actores y los hace marchar al arbitrio de sus designios, allí recupera su su paz y su alma, que estalla con la alegría plena y vital del saber por qué. Mientras tanto, como reza el epígrafe, somos marionetas de nuestras ausencias o necesidades.
Otto e Mezzo se filmo y estreno en 1963, el año de mi nacimiento...
Un director de cine cuya creatividad está en crisis se abandona a los recuerdos, evoca sugestiones personales, se entrega a visiones que, dejando la realidad, llegan a universos fantásticos. Entre deseos, amistades, dudas, remordimientos, confusiones, el presente se alimenta del pasado. Todo depende de la película que tarda en tomar forma: en el final se reúnen todos los actores dándose la mano, listos para (finalmente) obedecer al director.
Ocho y medio es una de las películas mas trascendentales de Federico Fellini. Su protagonista, el querido Marcelo Mastroianni es el director de una película (en la ficción) que no tiene pies ni cabeza, un dolor que ahonda el abismo que hay en nuestros corazones en nuestra doble calidad de espectadores que pretenden hallar sentido al filme como protagonistas del mismo filme en nuestras vidas. La oscuridad umbrosa es un pesado velo que se carga en el alma del poeta, el artista o ser sensible que presiente su carga sin saber como sobrellevarla. Los helados dedos de la gran duda existencial penetran nuestras carnes indefensas como lanzas gélidas, y nos trasmiten la plena consciencia que nos hace sentir esa ausencia sin saber de que se trata. Un regusto amargo que intuimos pero no sabemos como definirlo. La Gran Duda de nuestras almas es no saber cual es nuestra necesidad de existencia, cual es la justificación que hará elevar nuestros espíritus y descubrir que finalmente era cierto que existe un dios, un sentimiento llamado amor y una plenitud que quizás se logre alcanzar mas no sea por un instante que redima para siempre esa fugacidad que llamamos vida.
Arden nuestros corazones en el frío infierno de nuestras dudas. Duele no sentir, y mas aun duele sentir la esencia del dolor. Porque no parir es tan doloroso y cruel como hacerlo; y solo dando vida se alcanza la meta. Como padres nos inquietamos por nuestros hijos nacidos y no natos. Solo hallando la razón de la existencia sabremos que existimos y le daremos sentido. No es falta de capacidad o sensibilidad: es su exceso lo que nos atormenta y nos conduce a caminos que nos extravían mas dentro de los laberintos intangibles. Sumergirse en el dulce mar de la conmiseración propia y ajena, la derrota manifiesta sin lucha, la feroz complacencia son algunos de esos peligros a sortear. Cargando el dolor y sintiendo nuestras almas atravesadas mortalmente, hallaremos finalmente la alegría y el calor,porque solamente después del desierto se aprecian los oasis, se calma la sed y se tiene la perspectiva.
La sensibilidad,la inteligencia y la bondad inevitablemente acarrean este dolor existencial, porque solo quien tiene el conocimiento y la percepción del mundo tal cual es, y no su apariencia, presiente. Vivir es dudar, sentir es adolorirnos. Su fruto es la alegría del descubrimiento y el don de volcarlo a los demás; pero mientras tanto el proceso corroe nuestras almas, como Marcelo lo gráfico en la película de Federico. Un filme que es mi autobiografía, la tuya y la de nuestros hermanos.
Solo cuando el director (de la ficción) toma las riendas de los actores y los hace marchar al arbitrio de sus designios, allí recupera su su paz y su alma, que estalla con la alegría plena y vital del saber por qué. Mientras tanto, como reza el epígrafe, somos marionetas de nuestras ausencias o necesidades.
Otto e Mezzo se filmo y estreno en 1963, el año de mi nacimiento...
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