domingo, marzo 27, 2005

¡Idiolectos! Esto es una discusión

Hace un tiempo atrás leyendo en un sitio una discusion, inmediatamente no pude dejar de trazar un paralelo con las que a veces se dan en los blogs. Porque más allá de los idiolectos ( jejejeje, no es lo que piensan, es: “1. m. Ling. Conjunto de rasgos propios de la forma de expresarse de un individuo.” Real Academia Española), existe algo desconocido para varios que se llama “argumentación”. Y consiste en esa extraña facultad de proponer una tesis (o idea) apoyandola en razones convincentes; lo mismo que una contrargumentación o refutación. Sí o sí es necesario apoyarlas en razones sean estas de la índole que sean. Lejos estamos cuando leemos ciertas taradeces, también lejos estamos de pretender que ciertos “australopithecus” sean capaces de emitir algo mas que “boludo” o sonidos guturales denotando de igual tenor.

¿Es qué estamos en contra de esta buena gente? No, de ninguna manera, son libres de seguir demostrando que la distancia entre los simios y la humanidad discurre por ellos. Bajo ningún concepto es idea limitar su ya escasa capacidad de expresión; por el contrario es la idea demostrar que se puede mantener un disenso con altura y capacidad expositiva de ideas. Esta breve recopilación de una lista de Filosofia -contra lo que pueda marcar el prejuicio- es accesible de entender y apasionante. Ahi va:

Antropología 0015
Fecha: Lunes, 31 Marzo 1997 20:32:10 +0100
De: Pedro Belarmino / pbelarmino@arrakis.es
Título: El bosquimano disecado

Amigos de la lista, Soy abogado jubilado, he vivido más de cuarenta años fuera de España, y encuentro en internet un gran entretenimiento. Quería introducir en esta lista de antropología el asunto del bosquimano disecado de Bañolas, de actualidad desde hace un tiempo en la prensa española. Para los amigos de fuera de España resumiré brevemente la historia reciente del asunto. En el Museo Darder de Bañolas (Gerona) se conserva desde hace décadas el cuerpo disecado de un guerrero bosquimano, vestido con calzón blanco y lanza en ristre, dentro de una vitrina, que al parecer fue comprado por el coleccionista Darder en el París del siglo XIX, y que se muestra en un contexto de historia natural del hombre, junto con otros animales disecados. Hace unos cinco años algunos espíritus puros comenzaron su protesta: acusaron al museo de racismo, de falta de respeto por un ser humano, etcétera. Los protestantes hicieron llegar su sensibilidad a las autoridades de algunos países africanos, que exigieron, vía diplomática, al Gobierno de España, la retirada del bosquimano disecado de su vitrina. El alcalde de Bañolas, que hasta entonces había ignorado las críticas, presionado por el Ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, decidió hace un mes retirar al bosquimano del circuito que podía ser visitado por el público. Pero al parecer no fue suficiente. No bastaba recluir en el almacén una reliquia que la Asociación de Museólogos de Cataluña considera «de gran valor patrimonial y museístico». Federico Mayor Zaragoza, jerarca máximo de la Unesco, ha propuesto trasladar al guerrero «a su país de origen, Botswana», para que reciba allí sepultura (obsérvese cómo Botswana, república nacida hace treinta años de la ex colonia británica Bechuanalandia, se ha convertido de la mano del jefe de la Unesco en nación de un guerrero bosquimano, que más que a Botswana pertenecería al Kalahari). Joan Solana, alcalde de Bañolas, propone ahora incinerar el cuerpo del bosquimano disecado y enterrar sus cenizas en el cementerio de la ciudad, sin que se celebre ningún tipo de ceremonia (como si la incineración no fuera ya una ceremonia) ni se ponga en su tumba ninguna lápida conmemorativa (con lo cual no será tumba, sino vertedero de cenizas) para, dice, «no alimentar futuras polémicas». En muchos museos de historia natural, de historia de la ciencia, de historia del hombre, existen maniquíes que representan australopitecos, hombres de las cavernas, soldados, guerreros... ¿Qué diferencia tienen esos maniquíes con el bosquimano disecado de Bañolas? Pues que el serrín, la madera o la paja están cubiertos de cartón, tela o plástico en lugar de piel humana apergaminada. Al querer incinerar al bosquimano se pretende que desaparezca la prueba, pero al proponer enterrar las cenizas en el cementerio, ¿no se busca quizá permitir «que descanse en paz» mientras espera a que su alma se reencuentre con su cuerpo? Estos días se discute también sobre la momia de Lenin, que no está disecada como el bosquimano, sino momificada con una técnica de embalsamamiento especial que exige grandes gastos de mantenimiento: Ho Chi Minh, Agostino Neto o Kim Il Sung están también momificados, a disposición de los fieles y turistas, y nadie reclama por tal exhibición. Y qué decir de las momias egipcias. ¿Deberán incinerarse y enterrarse en un jardincillo del Museo Británico? Jeremías Bentham, sentado en su sillón, bien disecado, sigue dentro de un armario en la sala de profesores de la Universidad de Londres, y cada vez que hay reunión el armario debe ser abierto para que la momia pueda seguir ejerciendo la particular obsesión panóptica expresada en el testamento de Bentham. ¿Le tocará el turno, después del bosquimano de Bañolas, al cuerpo de Santa Teresa o a tantas reliquias que la cristiandad sigue admirando (porque en su momento no fueron incineradas o enterradas)? El siguiente paso, una vez que por respeto hayan sido discretamente retiradas de la circulación todas las reliquias, momias, cuerpos embalsamados o disecados, se producirá cuando los defensores de los derechos de los animales (no humanos) protesten por la exhibición de tantos animales (no humanos) disecados en tantas vitrinas y museos. Al fin y al cabo Juan Pablo II ya ha reconocido que los animales (no humanos) tienen, aunque imperfecta, su alma particular. Aunque sólo fuera como prueba de que durante décadas se mantuvo un guerrero bosquimano disecado en un museo de historia natural, debería ser conservada tal reliquia. Y si se calcula que la sensibilidad de los turistas puede verse lastimada, podrá retirarse del circuito público, como suelen colocarse en lugar apartado las colecciones de frascos con fetos deformes bañados en formol. Tiene gracia que quienes quieren destruir las pruebas, como si no hubiera pasado nada, buscando restaurar la sensibilidad humana para siempre con tal reparación neurótica, no tienen empacho en hacer la vista gorda mientras se explota a docenas de trabajadores ilegales africanos en la agricultura catalana del presente. Por supuesto: las láminas, dibujos y fotografías de los libros de etnología y antropología tienen sus días contados: en cuanto los de Botswana se enteren de que en tantas obras clásicas aparecen sus antepasados sin la camisa y la corbata, que, a pesar de la independencia, les han dejado allí los ingleses.

Antropología 0019
Fecha: Miércoles, 02 Abril 1997 09:58:22 +0200 (METDST)
De: Xavier Allué Martínez / xallue@nil.fut.es
Título: Re: El bosquimano disecado

Anuncio que soy amigo y compañero del Dr. Arcelin, el médico de Cambrils que puso en marcha la controversia del soldado bosquimano cuyos restos mortales sirven de atracción a curiosos, para despejar dudas. Pero quisiera huir de la polémica en si y referirme a lo que anuncio en el párrafo anterior y que tiene más que ver con la antropología social que con la antropología física. El cadáver de Banyoles es eso, un cadáver. No un negro disecado, ni un guerrero. Si se trataba de un profesional de la guerra, deberíamos respetarlo como a los de aquí y en vez de menospreciarlo, concederle su condición profesional. Era un militar. A los militares heroicos en nuestra cultura los conservamos en efigie, comúnmente en estatuas más o menos ecuestres en nuestras plazas y paseos. No me imagino a la momia del Cid en una urna. Lo que importa es el documento. Y darle a cada uno el nombre que se merece. No es «el negro de Banyoles» mas allá de lo que el Dr. Arcelin pueda ser «el negro de Cambrils», por ahora vivo y un profesional que cuida la salud de la gente. ¿Que tal EL CADAVER DE UN MILITAR SUDAFRICANO DEL SIGLO PASADO conservado para la ilustración de los visitantes al museo Darder?

Antropología 0020
Fecha: Miércoles, 02 Abril 1997 19:01:26 +0100
De: Pedro Belarmino / pbelarmino@arrakis.es
Título: Ni soldado ni militar el bosquimano

Amigos de la lista, Xavier Allué envía una primera (supongo) contestación al comentario sobre el bosquimano bañolense, el documento o reliquia histórico-antropológica que las autoridades quieren transformar de objeto conservado en una vitrina del Museo Darder en cenizas enterradas discretamente en el cementerio de la hermosa villa gerundense. Sugiero, antes de seguir adelante, precisar conceptos. En primer lugar: dice Allué que no se trata de un guerrero, sino de un «soldado bosquimano», de «un profesional de la guerra»: asegura que «era un militar». Por favor, un respeto a los conceptos: ¿llamaría Allué clérigo o presbítero a un chamán o un brujo? Soldado y militar son oficios que exigen una organización que sólo se da en la ciudad, en la civitas, en la sociedad estatal, en la civilización. Guerrero vale utilizarlo en sociedades tribales o preestatales, aunque sólo por abuso de los términos podríamos llamar «guerra» a lo que hiciera el bosquimano: los yankis se quedan tan contentos mencionando en su historia las Guerras Seminolas, como si fueran las Guerras Púnicas, pero lo hacen para elevar en las conciencias lo que no pasó de ser una carnicería. El bosquimano, en cuanto tal, es decir, no en tanto que soldado al servicio de su Graciosa Majestad (y no es el caso, pues el de Bañolas no va de uniforme británico sino de taparrabos tribal), podrá ser cazador, pero nunca militar. Podría ser curandero, pero no médico; como tampoco podríamos llamar turismo a sus paseos por el Kalahari. En segundo lugar: dice Allué que nos encontramos no ante un «negro disecado» (ojo: yo siempre le he llamado bosquimano, y sólo una vez menciono entre comillas el apelativo racista despectivo popular) ni ante un «guerrero», sino frente a unos «restos mortales», frente a «un cadáver». «Restos mortales» y «cadáver». Pues tampoco. Tengo entre mis manos un magnífico tomo del siglo XIX, encuadernado en plena piel: ¿podré decir que mi libro está rodeado de los «restos mortales» de una vaca, que está encuadernado entre un «cadáver»? Tampoco son «restos mortales» ni «cadáver» el animal disecado o la momia (las transformaciones que realiza el taxidermista o el embalsamador hacen desaparecer precisamente el cadáver: un jamón patanegra bien curado tampoco es cadáver o resto mortal del bendito cerdo del que procede). Le sugiero al amigo Allué que lleve la argumentación a otro terreno. El bosquimano no está conservado en el Museo del Ejército (donde a lo sumo se conservan disecados los caballos que tiraban la carroza en la que Alfonso XIII sufrió un atentado), ni en un Museo Diocesano (aunque tal como va el asunto quizá pueda lograr algún mosen que se inicie un proceso de beatificación), ni en el Museo Nacional de Ciencias (donde tienen animales mil disecados y, cuando se tercia, incluso algún cazador primitivo que conservó congelado el glaciar). Ni el Ejército, ni la Iglesia ni el Estado tienen nada que ver. No es por tanto ni botín de guerra, ni santo ni material científico. El bosquimano de Bañolas está en Bañolas, es decir en una villa pequeña, en un Museo que procede de lo que fue colección particular del peculiar personaje que fue Darder, un anticuario, un curioso antropólogo humanista entusiasmado por la historia natural del hombre, el cual se limitó a comprarlo en París (y si lo compró fue porque allí y entonces lo vendían). Quienes lo disecaron, quien lo compró y trasladó a Gerona, lo hacían movidos por lo raro y lo curioso del asunto, con esa curiosidad precientífica del coleccionista, del aficionado a la naturaleza: junto a plumas del ave del Paraíso, colmillos de elefante, y con suerte un valioso cuerno de unicornio o de narval. Hoy esa pieza es prehistoria de la ciencia, es arqueología museológica (a un museólogo del fin del milenio le parecerá una escena muy sosa y fría, preferirá la holografía del bosquimano o incluso la realidad virtual interactiva y mediática). Pero por eso mismo debe conservarse y es pura confusión de ideas esconderlo en un almacén, incinerarlo o dotarle de un pasaporte que nunca tuvo para «devolverlo» a una Botswana de la que nunca salió. La flojera ideológica krausista que padecemos llevará probablemente a la reducción del pergamino del bosquimano a cenizas (el ecologismo igual llega al reciclado del relleno de serrín o de madera). ¿Que harán con la lanza? Pero es probable que, de hacerlo, dentro de unos pocos años más se reconstruirá la vitrina de marras con un bosquimano disecado virtual, como representación amorfa del que durante un siglo se conservó, al final del milenio pasado, y así sucesivamente. No se si la vitrina del bosquimano tiene rótulo alguno. En el siglo XIX la cartela habría dicho, por ejemplo, «Cazador aborigen del Kalahari». Al final del siglo XX podría decir sin espanto: «Ejemplo de documento antropológico del siglo XIX». Pero no «Militar botswana trofeo de guerra del colonialismo europeo», ni «Cadáver incorrupto de africano», ni «Soldado desconocido», ni tampoco «Muestra de la sensibilidad por los derechos humanos en la Francia postrevolucionaria» o «Naturaleza muerta».

Antropología 0021
Fecha: Miércoles, 2 Abril 1997 22:52:47 +0200 (MET DST)
De: Ana L. Valdés / agora@algonet.se
Título: Re: Ni soldado ni militar el bosquimano

Primero, una presentación. Me llamo Ana Luisa Valdés, soy antropóloga y periodista uruguaya, viviendo en Suecia desde hace veinte años. Con respecto a la interesante discusión sobre el Bosquimano de Banyolas, que ya fue un asunto internacional en las Olimpiadas de Barcelona en el 92, quiero recomendarles un número de la excelente revista americana Harper's Bazaar, que hace unos años discutió el tema de los cientos de momias y de huesos que pueblan los museos del mundo. El nombre del artículo, «The skelets on our closets» (Los esqueletos de nuestros roperos) reflejaba bien el dilema de nuestra civilización, que en el siglo diecinueve coleccionó, archivó y clasificó, en una curiosa mezcla de determinismo y de darwinismo social. Yo soy nacida en Uruguay, de ascendencia española e italiana, mis antepasados llegaron al Río de la Plata a finales del siglo pasado. En ese mismo momento la Argentina y el Uruguay también terminaban con su «problema indígena», con masacres parecidas a las que Pedro Belarmino se refiere. Los últimos indios uruguayos, llamados «charruas», fueron vendidos a un empresario de circo de París, que los lleva a Francia para exhibirlos, como se exhibía Buffalo Bill en Estados Unidos. Pero a estos pobres charruas el clima de París les sentó mal, se murieron de constipados y enfermedades de los pulmones a los pocos meses de haber llegado. El empresario se sintió engañado, él había pagado su buen dinero por esos seis indios. (Tres de ellos se llamaban Guyunusa, Zapican y Tacuabe). Cuando murieron los llevó a un taxidermista que los momificó. Una vez muertos se los vendió al Museo del Hombre de París, que los exhibió hasta hace unos años, cuando hubo protestas de diferentes organizaciones de defensa de los indígenas. Entonces los trasladaron a una sala de «Objects Divers», en donde sólo se los puede ver con permiso de la dirección del museo y con certificados de investigación de la universidad en donde se trabaja. Mi reflexión es ésta: ¿quienes son los herederos hoy de tribus exterminadas, de etnias desaparecidas? Hasta qué punto se puede hablar de «reivindicar» los derechos de estas gentes, victimas del «coleccionismo» blanco? Este problema de los museos ha estado antes en el tapete, con los mármoles de Egin, sacados del Partenón por Inglaterra en el siglo pasado, o la momia de Tutankhamon, exhibida en el Louvre, o el altar de Pergamo, que requirió de los alemanes el uso de setenta mil hombres para transportarlo a Berlín... Conclusión: habría que cerrar todos los museos. Son una prueba de nuestra vocación de saqueadores e imperialistas...

Conclusión:
¿Y qué fue del bosquimano disecado? Ni idea, estamos averiguandolo. ¿Y nuestra posición sobre el tema? ¡Ah, ese es tema de otro post!

1 Comentarios:

Blogger Mica dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

9:37 p.m.  

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