viernes, octubre 22, 2004

Algo sobre la educación en Argentina

Aprovechando el post anterior, te presento lector incansable, un fragmento del libro de Marcos Aguinis "El atroz encanto de ser argentinos" donde habla de nuestra educación y sus paradigmas, quien cita a su vez a Jaim Etcheverry en su libro imprescindible: "La tragedia educativa"

HONG KONG, CHINA

Mae W. Trabaja como secretaria. Está usando sus vacaciones para ayudar a su hija de 7 años a prepararse para la escuela. También la envía a un colegio en el que recibe formación suplementaria. En su cultura, la educación de los hijos se considera una virtud tradicional que justifica la postergación de otras aspiraciones personales de los padres.

JUJUY, ARGENTINA

El Ministerio de Educación promueve de manera automática a los alumnos primarios y secundarios de la provincia debido a los escasos sesenta días de clase que han tenido en el año por huelgas y otros problemas. No es la primera vez que en las jurisdicciones provinciales se recurre a esta fácil solución.

HONG KONG, CHINA

Leung Fung Y. es un estudiante secundario que dedica un promedio de sesenta horas semanales al estudio. En época de exámenes escapa de su ruidoso departamento y no encuentra lugar en la biblioteca de su escuela, atestada a toda hora. Por eso se refugia en los salones de tránsito del aeropuerto internacional Kai Tak, donde puede estudiar en paz. Sin embargo, como casi la mitad de sus compañeros, Leung piensa que sus esfuerzos nunca bastan: sólo uno de cada veinte consigue un lugar en la universidad.

ZONA NORTE DEL GRAN BUENOS AIRES, ARGENTINA

La indignada madre de Cynthia G. entrevista a una profesora de su hija y la interpela: “¿Cómo es posible que, con la cuota que pago, la nena traiga estas notas?”. No le preocupa saber si las notas reflejan la ignorancia real de la “nena”. Como paga, exige “buenas notas” a cambio. Otros padres, en circunstancias similares, van a la escuela junto con el alumno (y algún abuelo) y la emprenden a puñetazos con los profesores. Como ha observado un educador, antes los padres concurrían a la escuela para enterarse de lo que habían hecho sus hijos, ahora van para saber qué “les” han hecho a sus hijos.

SEÚL, COREA DEL SUR

Frente al edificio de la universidad Sung Kyun Kwan, en una madrugada de invierno, los padres rezan abrazados a sus hijos antes del examen para el que los jóvenes se prepararon durante un año durmiendo cuatro horas diarias (dormir cinco equivale al fracaso). Al cabo de ese examen, ingresará a la universidad uno de cada cuatro aspirantes.

MENDOZA, ARGENTINA

La familia R. M. está indignada. Rolo, el hijo mayor, acaba de ser reprobado en el examen de física del curso de ingreso a la facultad de Medicina. Aunque reconoce que al hijo nunca le gustó la física (¿“Para qué sirve la física?”, piensan tanto el padre como el hijo), el señor R. M. se reúne con otros padres igualmente enfurecidos por la dificultad del examen. Deliberan, se asesoran. ¿Con un profesor de física? No, con un abogado. Deciden presentarse ante el juez y pedir su amparo. Motivo: “examen difícil”. Reacciones semejantes se han producido en Tucumán, La Plata y en otras ciudades argentinas.


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