Lo fundamental y lo superfluo: el Oráculo del Boñato
Introito a modo de prologo o de exordio
En el teatro antiguo el introito hacia las veces de prólogo, con la finalidad de explicar el argumento del poema dramático al que precedía, para pedir indulgencia al público o para otros fines análogos. También aludimos al exordio, con una definición del principio, introducción, preámbulo de una obra literaria, especialmente primera parte del discurso oratorio, la cual tiene por objeto excitar la atención y preparar el ánimo de los oyentes o bien el preámbulo de un razonamiento o conversación familiar que en definitiva y sin mas tramites es el origen y principio de algo. Esta breve explicación es el pie para definir la especial virtud y ejemplo de la rara perfección del Oráculo del Boñato; quien infaliblemente, con fiabilidad indefectible y veracidad comprobada por las Santas Causas de San Eustaquio en su volumen (doble sin encuadernar de un octavo, Leipzing 1645) describe con tanta notabilidad y acierto que quitan el aliento, y si lo tienes mal, estimado lector con alitosis, te lo purifica con diáfanos aromas a mentas del campo y esas cosas.
El Sagradisimo Oráculo del Boñato ( o como definen los desviacionistas que no faltan en ninguna manifestación del pensamiento humano especialmente en el comunismo o en las escuelas de cocina por televisión: Muñato o peor aun Boñiato, signo y forma de la decadencia de los tiempos, abismo insondable de la perversión humana que no admite la unicidad de las causas pese a que las busca y las impone amorosamente en un estadio de perfección fraternal mediante el uso del hierro y la sangre) así pues, como entelequia pluscuamperfecta, pues esto es el tiempo que indica una acción o un estado de cosas acabados antes de otros también pasados, lo cual es fundamento y razón del ser y la esencia según Hegel, Swebemborg y el Viejo de la Covacha; que no por ser viejo y astroso, deja de ser un consumado filosofo y bellaco a la vez (cualidad de ambos indistintamente).
La cuestión de la esencia: ¿Es realmente el Quinto elemento que consideraba la filosofía antigua en la composición del universo, especie de éter sutil y purísimo, cuyo movimiento propio era el circular y del cual estaban formados los cuerpos celestes? ¿O por el contrario es aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas?
Si, las dos cosas.
La Gran disquisición del Boñato y su génesis boñatera
Cuando iniciamos el presupuesto filosófico de la búsqueda ontológica de la verdad, tropezamos a diario con la misma piedra. Esta rara imperfección del humano devaneo espiritual y físico solo puede darse bajo la egida de Vialidad y Transito que no tapa los baches mundanos y espirituales. ¿Pues que es sino esto la correspondencia de lo físico en lo espiritual? Pues bien, la Municipalidad deberá reparar los baches en las calles y en la filosofía, que diantres! Retomando la sinergia cuya acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales, es requerida como nexo indisoluble para la definición y hallazgo de la verdad ontológica, esta acción antes aludida se puede resumir sencillamente en dos palabras: non obstantibus.
Correspondencia entre el ser esencial del Boñato y la Taxonomía
La ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación que se aplica en particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus nombres, de los grupos de animales y de vegetales; es la definición de la taxonomía; pero también esta la acepción universalmente aceptada por Alberto de Utrech en su “De senescente equus” (Utrech 1695) quien al definir empíricamente a las cosas dijo que en definitiva esta ciencia constituía una acción y efecto de clasificar, caballos, solteronas o gallinas. De allí que “De Senescente equus” (“Sobre los caballos viejos”) tuvo su cuarto de gloria en 1696 hasta caer en el olvido un año antes; pues erróneamente se interpreto que las solteronas, los caballos y las gallinas germánicas (alusión a la guerra entre Güelfos y Gibelinos aproximadamente en 1125 hasta 1244) eran la misma categoría a clasificar y no distintas categorías a estudiar. Ayuda a entender esto el saber que los Güelfos y los Gibelinos hacían al menos cuatrocientos años antes (en el momento de la escritura de su apólogo libro) se habían descalabrado mutuamente; y que en el momento las tesis de Wittemberg eran el meollo de la discusión, aunque estas se dieran en 1517 y a nadie le importara un bledo; pero es sabida la natural apetencia de los filósofos germanos por lo antiguo y sus justificaciones.
Conclusiones del Oráculo del Boñato
Si nos atenemos a los preceptos de San Eustaquio, citado en “Civitas Dei” por el Doctor Aquino; y si pensamos que las corrientes escolásticas de los siglos medievales hasta el renacimiento rara vez se han inquietado por las connotaciones simbologicas o por el aspecto tautológico, es decir como la repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras, o como su connotación despectiva de repetición inútil y vicio; hallamos el quid pro quo de la cuestión que hizo del Renacimiento de esta disquisición una inutilidad que se repitió -valga la ironía- en las divergentes filosofías posteriores e inclusive en las enfrentadas beligerancias psicoanaliticas de este siglo y el pasado; aunque para hacer honor a la verdad, los conductistas lo han adoptado como articulo de fé tanto como los sartreanos, que son franceses, cochinos y comunistas.
En resumen Feliz Año Nuevo 2005 ¡Ja ja ja ja!
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