lunes, agosto 01, 2005

¡Guerra!

A Silvina, mi amor.

En el cenáculo de La Recova se produjo la mas terrible escisión entre hermanos, la mas desgarradora disensión interna que tal como un pote de miel volcado cuyo contenido se desliza morosamente de arriba hacia abajo, afecta a nuestra sociedad desde lo político nacional a lo individual pueblerino. No hay duda al respecto. El astrólogo del Cenáculo había advertido ya en ocasión de la interna de los Radicales Libres, cuando observo la extraordinaria cuadratura de Neptuno con vaya a saber que planeta, indicio de ferocisimas contiendas fraternas.

La manifestación de esta situación astrológica se vio agravada porque en el Cenáculo de La Recova, ultimo templo de la sabiduría de los Atlantes y quizás también de los Templarios, se desbordo cuando se produjo la discusión sobre el sexo de los ángeles.

Todo comenzó en el 1200 cuando surgen las primeras catedrales góticas, que como sabe cualquier belgranense, se iniciaron con la de Chartres, consagrada en 1260. La cosa comenzó peleada desde su origen porque ya aseveran algunos que en realidad surge en el año 1140, con el Abate Suger de St. Denis quien restaura la Abadía de St. Denis combinando el arco apuntado de origen borgoñon con la bóveda de nervadura de origen normando. La visión del abad de St. Denis se contrapone a San Bernardo de Clairvaux, quien estaba en contra de los elementos, oro, vidrieras de color, esmaltes, piedras preciosas, que el Abad Suger disponía en la restauración de la Abadía por considerar que distraerían a los monjes en la vida monástica. Pero el verdadero foco del problema no fue si era de arco ojival o redondeado o si fue primero la Abadía o la catedral, sino lo que conllevaba el nuevo estilo arquitectónico: esculturas a diestra y siniestra. ¿Y que otra cosa se podrida poner en una Catedral? Pues bien, además de ángeles, demonios, escenas de la biblia e imágenes paganas sencillamente desenfrenadas (sodomía, lujuria, incesto y otras lindezas) implicaron definir el sexo de las categorías angélicas.

Paso el medioevo en medio de tormentas teológicas sobre si eran machitos o hembritas, si posean capacidad amatoria (sexual obviamente), si cometían incestos, sodomías, adulterios y esas pequeñas miserias humanas guiadas por las hormonas. Se discutían mil detalles entre los que los graves teólogos meditaban como si en ello les fuera la vida... Pues bien, les iba la vid en efecto, pues caer en herejía era indicio seguro de hoguera y excomunión. Caso que sucedió con Fra Bentollino Dalla Corta, quien en 1300 muere apedreado y quemado semivivo por afirmar que el semen de los ángeles no era fecundo; en contraposición al cura de Saint'Honore de Paris (1297) quien murió igualmente por afirmar que el semen de los ángeles era fecundo para la gloria de Dios, ya que si los diablos podían tener sexo y reproducirse era mala cosa que los bellos ángeles del señor no pudieran formar escuadras angélicas mediante la reproducción honesta y algo incasta... El Concilio de Namours zanjo toda posible discusión determinando sencillamente los ángeles no poseían sexo, que abundaban por obra y gracia de Dios que los reproducía al pensar en ellos; que no poseían semen, ni óvulos ni nada de esas asquerosidades propia de la humanidad que deben producir la gametogenesis y posteriormente impregnarse mutuamente en medio de horribles espasmos con feos grititos y jadeos malolientes para dar al mundo un nuevo ser algunos meses después. No señor, los ángeles estaban lejos de esas cosas...

Todo anduvo bien unos años hasta que en renacimiento los pintores sacros se desbandaron al igual que los escultores y he aquí que aparecen todos en pelotas: Santos, hombres y Ángeles. Solo se salvaron de quedar como Dios los trajo al mundo Jesús (que estaba medio desnuda per se) La Virgen (¡Impensable!) y por supuesto Dios, ya que difícilmente se puede concebir como se trajo a si mismo al mundo...

Pero el trastorno local no se inicio hasta que en ocasión de una reunión plenaria del Cenáculo en La Recova, se dio una conferencia en cargo del Catedrático Dominique Fernandez (Publicado posteriormente en El Retorno de los Ángeles Barroco de las cumbres en Bolivia Editorial Unión Latina ISBN: 2-909290-13-1)

“La Edad Media, seguida del Quattrocento italiano, habían tomado resueltamente partido en la famosa querella en torno a su sexo. ¿Suponer un sexo a los ángeles? ¡Por favor! Criaturas aladas, etéreas, pertenecientes al aire no a la tierra, así es como la piedad medieval y la fe del Renacimiento los representaron, con constancia edificante. Ángeles asexuados de las catedrales, ángel todo sonrisa de Rehns, ángeles menudos y sin carne de Memling al norte, ángeles suaves e inmateriales de Fra Angelico al sur: parecía que el asunto estaba claro y que Guido di Pietro, dedicado a la pintura de Los ángeles, al punto de tomar de esta especialidad su pseudónimo, había cerrado de una buena vez la polémica. Pero luego vino, como una tormenta en ese cielo místicamente diáfano, la revolución angélica de los barrocos, que empezó - la fecha parece inventada - exactamente en 1600, con el cuadro de Caravaggio (destruido durante la guerra, sin duda par venganza de los pacatos y los nostálgicos de la transparencia) San Mateo y el ángel. Se veía un ángel de una sensualidad tan turbia, abrazado al viejo apóstol de manera tan provocativa, que el capitulo de San Luis de Los Franceses, en Roma, que había encargado esta pintura, la rechazó de plano, primer ejemplo de censura artística. Caravaggio, rompiendo con la tradición de los ángeles asexuados, había “sobresexuado” el suyo. Lejos de no tener ningún sexo, éste ostentaba los dos sexos. Chico y chica al mismo tiempo, insolentemente erotizado, abría una nueva época. Los siglos XVII y XVIII europeos se llenaron de ángeles que, en vez de entender su misión como una casta milicia del cielo, aprovecharon sus privilegios para vivir a fondo una ambigüedad prohibida a los humanos. Comenzaron por desnudarse, el ángel de Bernini en el filacterio INRI (Rome, iglesia Sant'Andrea delle Fratte) mostró una pierna descubierta hasta la ingle, hecha para que San Antonio se condenase, y por todas partes, de Nápoles a Munich, de Viena a Praga, surgieron legiones de andróginos cuyo único objetivo era, al parecer, exaltar el placer de una morfología equívoca. Una tercera vía parecía imposible. Europa, maestro de la iconografía cristiana, no daba a elegir sino entre el alma y el cuerpo. He aquí que, por primera vez, salvo error, llegan a Francia volando con sus propias alas, del otro lado del océano, ángeles absolutamente diferentes de todo lo que conocíamos. La música que nos hacen escuchar es inaudita. Tan nueva, tan sorprendente, tan ajena a las convenciones del género, que nuestras historias del arte, nuestras enciclopedias, han ignorado hasta ahora la contribución andina al angelismo universal. El nombre de Melchor Pérez de Holguín, que sería la personalidad artística más fuerte del altiplano, no figura en ningún repertorio de aquéllos que calificamos como nuestros sabios. Ya era tiempo de reparar esta injusticia y de darse cuenta que, a miles de kilómetros del viejo continente, durante los dos o tres siglos que corresponden a la crisis barroca en Europa, una cultura angélica de una originalidad absoluta se había desplegado a partir de las montañas y las minas de plata de Potosí. Al ser un resultado de la fusión entre influencias españolas y sensibilidades indígenas, se ha definido este arte como colonial, pero más por costumbre, me parece, que por apego a la verdad, pues colonial supone superioridad de la potencia conquistadora. Un arte colonial es un arte impuesto, mientras que esos ángeles de las cumbres, lejos de evocar los modelos europeos, dejan ver su origen local. Designemos más bien este arte andino como arte mestizo, cultura de encuentros y de cruces. A quién atribuir el mérito de haber hecho renacer la discusión sobre el sexo de los ángeles? Una increíble proeza. Por una parte, se los arma con un arcabuz y, por otra, se los viste de encaje, lo que prueba una audacia sorprendente. El ángel de Caravaggio era chica y chico. El ángel andino está dividido entre la coqueta y el soldado. El único ejemplo europeo de amalgama entre la gracia del efebo y la fuerza del militar se encuentra en las figuraciones del arcángel San Miguel. El de Guido Reni (hacia 1610), en la iglesia de los Capuchinos de Roma, lleva coraza y espada. Un atuendo bastante tímido comparado con la extravagante indumentaria de los soldados de Potosí.
El fusil y el gran sombrero de plumas, tomados de los pertrechos de los señores colonos, indican que pertenecen a la Iglesia militante y abren fuego para repandir la fe católica. Tanto más sorprendente es, pues, ver a estos mosqueteros disfrazados de donceles o, por que no decirlo, de doncellas: más que andróginos, verdaderos travestis. Zapatos con hebilla, medias de seda, nudos de cintas en la rodilla, levita bordada, orgía de puños y de cabujones: el perfecto disfraz del lechuguino. Lujo aristocrático, arrogancia guerrera, propaganda religiosa, afeminamiento, dandismo; no ha habido otro alarde de contrastes que haya proclamado con tanto brillo la esencia misma del angelismo, esa "coincidentia oppositorum", signo de la divinidad triunfante, que, ignorando la diferencia de sexos, no tiene nada que ver con el reparto de papeles entre el hombre y la mujer.”

Grave silencio produo esta disertación tan docta, la de los Ángeles Arcabuceros. Una cosa era suponerlos desenfrenados sexualmente pero otra muy distinta es darles aspecto andrógino y cargarlos de pólvora y mosquetería. De inmediato se produjo la escisión en el Cenáculo, mientras el honorable catedrático se refugiaba debajo de la mesa y comenzaba a escribir su nueva tesis, sobre la influencia del arte angélico andino en la penillanura deprimida del Rio Salado.

¿Por que se produjo tal destemple? Algunos suponen que el exceso de cierta bebida alcohólica de nombre impronunciable (extraña bebida cuyo nombre no debe mencionarse bajo pena de invocar a las potencias infernales y terminar regateando un pacto fáustico) exalto las visiones angélicas y no tanto, de sexo natural y antinatural de las aladas criaturitas de Dios; otros afirman que la mera insinuación de una milicia celestial, propia del Imperialismo Eurocentrista y actualmente Yanqui, es el continuum del orden de las cosas invertidas genero visiones de travestis lujuriosos armados con “chivos” (AK47) y matracas (M16) barriendo al socialismo del globo. Unos pocos creen que la discusión y posterior pelea se debió a que uno de los parroquianos hizo un insinuación obscena sobre la madre de otro aprovechando que su nombre de pila es “Angelita” (mas conocida como la víbora de Viborg). De todas maneras no importa que fue la causa sino el efecto lo que atrajo “la cólera del Pelida Aquileo, cólera funesta que precipito al Hades a muchas almas valerosas” (Iliada) y el posterior desparramo de sillas, muletas y vasos de bebidas satánicas innombrables.

Nadie sabe en que curva del tiempo se desplegó la dimensión presente. De improviso un sonoro sopapo atravesó el aire y dio en la cara de Pepa, quien como hombre hecho y derecho no pudo soportar la afrenta de “El Paja”. Pepa toma el sifón de soda,con la honorable intensión de proclamar al mundo su intangilibilidad corpórea (especialmente si provienen de cinco dedos). El Paja le toma del cuello y arrastrándolo en una llave seminelson lo voltea medio ladeado. Pepa intenta sacudirle el sifonazo, pero la providencial actitud de Josúe Maria lo deja sin el arma ofensiva al quitarle el gaseoso elemento. El Mudo, dejando una de sus muletas en una mesa, ecumenicamente se interpone para proclamar la fraternidad del mundo y emocionado entona las primeras estrofas del Himno a la Alegría (letra de Schiller y musica de Beethoven) con tal mala suerte que recibe dos o tres bollos cruzados, cayendo de culo en una silla cercana. Amargamente se lamentaría después que siempre pasa lo mismo con los observadores neutrales.

Pepa aprovechando un descuido táctico de El Paja toma una muleta de El Mudo y se la sacude en el lomo reiteradas veces a su oponente; quien finalmente profiriendo un espantoso grito en gaélico (que según dijo posteriormente es el que usaban para enfrentar al enemigo en batalla) le dona graciosamente una lluvia de puñetazos cortos ascendentes y surtidos, arrinconándolo en la esquina cerca del baño femenino al pobre de Pepa.

Nuevamente un pliegue del espacio – tiempo que nadie puede explicar, y los dos contendientes están quietos mirándose en silencio mientras los demás, tardíamente, los separan. Nada mas se dijo, solo el silencio y el misterio sobre que llevo a estos dos hombres a enemistarse. La discusión sobre el sexo de los ángeles no se ha continuado. En el aire han quedado las hipótesis:

  • Tienen sexo diferenciado y son castos (poco probable)
  • No poseen ningún sexo y subliman a lo pavo arcabuceando a medio mundo
  • Poseen ambos sexos y son una desgracia moral
  • Poseen un solo sexo y Dios nos libre, son homosexuales y finalmente
  • No poseen espaldas y son engendros que practican el hermafroditismo como las lombrices...

la cuestión no se zanjara jamas, pese a los buenos oficios del miembro honorario Mario Benedetti, quien también dijo en esa misma conferencia, previamente:

“Una de las más lamentables carencia de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato nunca confirmado de que los ángeles no hacen el amor, quizás signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales. Otra versión, tampoco confirmada, pero más verosímil sugiere que, si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón que carecen de erotismo lo celebran, en cambio, con palabras, vale decir, con las orejas. Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y sentarse mediante el intercambio de miradas, que, por supuesto, son angelicales. Y si Ángel para abrir el fuego dice "Semilla", Ángela para atizarlo responde "Surco". El dice "Alud" y ella tiernamente "Abismo". Las palabras se cruzan vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos, Angel dice "Madero" y Angela "Caverna". Aletean por ahí un ángel de la guarda misógino y silente y un ángel de la muerte viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe. Sigue silabeando su amor. El dice "Manantial" y ella " Cuenca". Las sílabas se impregnan de rocío y aquí y allá, entre cristales de nieve, circula en el aire, sus expectativas. Angel dice "Estoqueo" y Angela radiante, "Herida", el dice "Tañido" y ella dice "Relato". Y en el preciso instante del orgasmo intraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos se estremecen, entremolan, estallan y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.”

Pero nadie escucho la poética definición del Marinero Errante, que se retiro sumergiéndose en las sombras de la noche mientras en La Recova se oía la gresca que crecía ascendente como la marea que lo llevaría a su Montevideo natal...

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